Trabajo remoto, aprendizaje remoto, reuniones remotas con amigos —los estadounidenses se volvieron mucho más cómodos realizando tareas críticas (y no críticas) en forma virtual desde el comienzo de la pandemia de COVID-19. Y eso incluye la atención médica.
“Durante el primer confinamiento en 2020, la única forma de recibir atención, a menos que uno estuviera muy enfermo, era a través de la telemedicina”, dice Joseph Kvedar, M.D., último expresidente de la junta directiva de la Asociación Estadounidense de Telemedicina. “Y, por ese motivo, hubo un gran aumento de su utilización en solo unos pocos meses”.
La telemedicina, también conocida como telesalud o consultas virtuales, puede ser una forma práctica de realizarse un examen anual omitido o de agilizar los controles para las personas de la comunidad de trastornos sanguíneos y hemorrágicos.
Y el uso entre la comunidad de trastornos hemorrágicos ha sido más alto que los promedios nacionales: más de un tercio de las personas con trastornos hemorrágicos accedió a la atención médica a través de la telemedicina en 2020, según la Encuesta de satisfacción de pacientes del Centro Nacional de Tratamiento de la Hemofilia de ese año, en comparación con una cuarta parte de los estadounidenses en general.
Avances de la telemedicina
Antes de la pandemia, la mayoría de las consultas de telemedicina (en las que los servicios de atención médica se brindan de forma remota a través de las telecomunicaciones) se realizaban desde el consultorio de un proveedor o la habitación de un hospital para conectarse con otro proveedor, como un especialista, que no estaba en el lugar. Con la proliferación de los dispositivos móviles, las consultas de telemedicina entre un paciente y un solo proveedor se volvieron más frecuentes. Pero no fue hasta la pandemia que las consultas virtuales realmente saltaron a la fama.
En respuesta a la repentina y masiva necesidad de atención médica virtual, la Ley Federal de Ayuda, Alivio y Seguridad Económica por el Coronavirus (Coronavirus Aid, Relief, and Economic Security, CARES) destinó $200 millones para establecer el Programa de Telesalud del COVID-19. El programa fue diseñado para lograr que más proveedores ofrecieran consultas de telemedicina, a fin de que las personas pudieran quedarse en casa mientras recibían la atención que necesitaban.
Las políticas también relajaron temporalmente las regulaciones. Los proveedores ahora podían realizar consultas de telemedicina con pacientes sin importar su ubicación geográfica, recibir el reembolso por las consultas de telemedicina al mismo precio que las visitas al consultorio y usar plataformas de videoconferencia populares sin violar las leyes de privacidad.
Estos cambios normativos vencerán poco después de que finalice la declaración de emergencia de salud pública por COVID-19, por lo que es posible que este gran avance en la telemedicina desaparezca en un futuro cercano.
“Aún no sabemos qué va a suceder, pero desde luego esperamos no perder terreno, dado lo útil que demostró ser la telemedicina”, dice Kvedar.
Beneficios virtualmente infinitos
Aunque muchas personas conocieron la telemedicina como un medio para mantener el distanciamiento físico y evitar la propagación del COVID-19, los pacientes y los proveedores se benefician de muchas otras maneras.
La telemedicina hace accesible el tratamiento especializado. Hay 149 centros de tratamiento de hemofilia (hemophilia treatment center, HTC) en los EE. UU., pero muchas personas todavía tienen que viajar grandes distancias para llegar a uno. Roshni Kulkarni, M.D., hematóloga/oncóloga pediátrica del Centro de Trastornos Hemorrágicos y de la Coagulación de Michigan State University en Lansing, Michigan, trata a pacientes de todo el estado, algunos de los cuales conducen ocho horas para las consultas. Sin embargo, no son solo las personas en áreas remotas las que se benefician de la telemedicina.
“Los pacientes en zonas urbanas, como Nueva York, tienen problemas similares”, dice Kulkarni. “El HTC puede estar del otro lado de la ciudad, pero pueden tardar una hora o más en llegar, según la hora del día. Es mucho trabajo perdido”.
La telemedicina es rentable. “Cuando vimos que el precio de la gasolina subía este verano, fue una carga para las personas que tenían que viajar a un HTC”, dice Michelle Witkop, enfermera practicante y vicepresidenta de estrategia de investigación de la Fundación Nacional de Hemofilia.
La telemedicina ahorra a las personas visitas a la sala de emergencias innecesarias. Al evaluar una laceración o un hematoma en forma virtual, el proveedor puede comprender si la situación requiere atención de emergencia o si puede tratarse en casa con factor de coagulación. “Antes teníamos que confiar en la descripción de un paciente o en una fotografía para determinar si una hemorragia era una emergencia”, dice Kulkarni. “Ahora se puede verlos en vivo. Se puede decir: “Bien, mueva la muñeca” o “Déjeme ver cómo camina”. Para mí, esa es la mayor ventaja de la telemedicina”.
La telemedicina permite brindar una atención más integral. Los pacientes y los proveedores pueden conectarse fácilmente con especialistas en todo el país y recibir segundas opiniones de ser necesario. Además, “si un paciente está en el consultorio de su proveedor de atención primaria y tiene una consulta de telesalud con el especialista del HTC, eso hace que el proveedor de atención primaria forme parte del equipo”, dice Witkop. “También les permite comprender mejor lo que implica el cuidado de la hemofilia y les brinda una conexión con el HTC”.
La telemedicina en perspectiva
A pesar de todas sus ventajas, la telemedicina tiene algunos inconvenientes, entre los que se destaca la falta de conexión personal.
“Las consultas son más completas en persona”, dice Witkop. “Se tiene una mayor sensación del bienestar de una persona cuando se está cara a cara”. Las consultas presenciales también brindan a los proveedores la oportunidad de palpar (sentir) el abdomen y las articulaciones para detectar inflamación y otras anomalías.
Como tal, la telemedicina no debe reemplazar las consultas presenciales, particularmente con seguimientos integrales, cuando los pacientes se reúnen con todo su equipo de trastornos hemorrágicos, incluido el médico, el personal de enfermería, el fisioterapeuta y el nutricionista.
“La telemedicina debería considerarse un complemento, no un reemplazo de la atención presencial”, agrega Witkop. “Los pacientes deben verse en persona al menos cada año o año y medio, según las recomendaciones del HTC”.