La Dra. Judith Baker lleva la salud comunitaria en la sangre

La administradora de salud desde hace muchos años dice que está orgullosa del trabajo que ha realizado con sus colegas para garantizar que todas las personas con trastornos sanguíneos y hemorrágicos tengan acceso a una atención de calidad.
Author: Judith Baker, DrPH, MHSA, as told to Leslie Pepper
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Llegué a la mayoría de edad en la década de 1970, cuando explotó el movimiento por la salud de la mujer. Participé en muchas actividades de defensa de la salud de la mujer y me fascina por qué algunas cosas son tan difíciles de descubrir. ¿Por qué nos afectan algunas exposiciones ambientales? ¿Cómo las detenemos? ¿Cómo pueden los pacientes y los aliados trabajar juntos para encontrar soluciones y desarrollarlas para resolver los problemas de salud?

Obtuve mi licenciatura en Salud Pública en 1983 y trabajé en el Departamento de Salud Pública de Filadelfia, donde dirigí investigaciones de resultados médicos de niños nacidos con diferentes pesos. Cuando me mudé a California en 1990, me enteré de un trabajo de administrador regional en la Red de Centros de Tratamiento de la Hemofilia de los Estados del Oeste/Región IX. Era justo lo que quería. El trabajo se concentraba en temas que me apasionaban, como los problemas en la salud de la mujer y el VIH, el cual estaba atacando duro a la comunidad de la hemofilia. Trabajaría con subsidios y contratos federales multiinstitucionales.

He trabajado en muchos proyectos que me enorgullecen, pero el que se destaca es ayudar a los centros de tratamiento de la hemofilia (hemophilia treatment centers, HTC) a crecer y sostenerse financieramente para que puedan asistir a pacientes y familias.

Muchos de los HTC estaban en ciudades grandes. Sin embargo, dondequiera que uno viva en este país, debe tener acceso a la mejor experiencia de diagnóstico y tratamiento de la hemofilia, la enfermedad de von Willebrand y otros trastornos genéticos hemorrágicos y de la coagulación poco frecuentes. Uno de los beneficios de la regionalización es que podemos mostrar a los pacientes con trastornos sanguíneos que, aunque su trastorno sea poco común, no están solos.

Parte de mi trabajo incluía identificar y desarrollar especialistas locales en áreas desatendidas. Eso hablaba de mis preocupaciones sobre la equidad y las preguntas sobre por qué algunas poblaciones cuentan con mejor salud que otras y qué podemos hacer para resolverlo. Descubrí que no había HTC en Nevada, Hawái ni Guam, por lo que las personas estaban casi completamente desatendidas. Las investigaciones han demostrado que, cuando los hombres con hemofilia tienen acceso a un HTC y reciben atención allí, tienen menos probabilidades de morir. Visitan menos la sala de emergencias y tienen menos hospitalizaciones y menores facturas médicas. Por lo tanto, ayudé a desarrollar los primeros HTC de esas tres áreas.

Ahora que me jubilo, mis esperanzas para la comunidad de trastornos sanguíneos son una colaboración continua, que se encuentren las mejores soluciones para los problemas que enfrentamos, que nos escuchemos y que lleguemos intencionalmente a todas las disciplinas —incluidos pacientes, investigadores, médicos, personal de enfermería, trabajadores sociales, fisioterapeutas, farmacéuticos y administradores— para incluir la especialización de todos y no dejar de lado la voz de nadie.

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