El “capitán del ejército escolar” tenía a Dylan Edwards en la mira. Ordenó a sus “soldados” que persiguieran a Dylan, quien tiene un trastorno de plaquetas. Cuando Dylan llegó a casa con moretones y rasguños, su madre, Jody, los atribuyó a su falta de coordinación, un síntoma del trastorno de procesamiento sensorial del niño. Pero el estudiante de segundo grado no se había resbalado ni caído. Había sido atacado por un batallón de pequeños matones durante el recreo en la escuela primaria de Columbiana, Ohio.
Aproximadamente 1 de cada 5 alumnos han sido intimidados en algún momento de su vida escolar, según un informe del 2010 del Centro de Investigación del Ciberacoso. Algunos fueron víctimas de actos de violencia física y otros de abuso verbal o aislamiento social de grupos de “chicas malas”. Además hay quienes han recibido amenazas de muerte de bullies que atormentan a sus víctimas electrónicamente.
Si bien tener un trastorno hemorrágico o de coagulación puede hacer que un niño sea blanco de matones o bullies, según los expertos, cuando se trata de intimidar a alguien, cualquiera puede ser víctima. Pero las familias no tienen que vivir atemorizadas. Hay muchos recursos que los niños, padres y sistemas escolares pueden usar para combatir a los bullies.
Blancos y tácticas de intimidación
La historia de la Biblia sobre David y Goliat representa claramente las tres principales características del matón: un antagonista que típicamente es más alto o fuerte que la víctima, actúa agresivamente para causar daño y persigue a alguien intencional y repetidamente.
La intimidación es una forma de imponerse sobre otro. El objetivo es dominar a alguien intimidándolo o manipulándolo para controlarlo. Los bullies tienden a acosar a personas más pequeñas, débiles o introvertidas. Se meten con gente menos popular, con menos amigos, que parece ansiosa o deprimida. (Ver el recuadro “Indicios de intimidación”).
Los bullies escogen a víctimas que no van a acusarlos. A Dylan le tomó meses contarles a sus padres que lo estaban hostigando. “Es sumamente independiente”, dijo Jody, de 41 años, quien es asesora de enseñanza en una escuela intermedia. “Estaba un poco avergonzado de no poder afrontarlo solo”.
Los bullies también acosan a niños que no van a devolver el ataque. “Mi hijo es el tipo de persona que si le dices o haces algo, al día siguiente te perdona”, afirmó Elitania Tecuanhuey, de 31 años, madre sola de Gustavo, de 11 años, quien tiene hemofilia A moderada. Está desempleada, vive en Aurora, Illinois, y tiene también una hija de 4 años. Gustavo, un aplicado alumno de sexto grado, ha sido víctima de patadas y zancadillas desde el segundo grado. “Todos los días lo tengo que revisar de pies a cabeza, simplemente para asegurarme de que no tenga moretones”.
Los bullies tienen características comunes: Se molestan rápidamente y se frustran fácilmente, tienen una actitud de superioridad y les echan la culpa a los demás por sus defectos. Algunos lo hacen porque tienen poca autoestima. Denigrar a otros los hace sentir mejor. Muchos tienen una familia disfuncional, donde la violencia física es normal. A menudo, los bullies son intimidados en casa.
Otros son arrogantes y se sienten particularmente importantes. Cuando Dylan estaba en la escuela intermedia, un muchacho a quien su madre le había dicho que era el más inteligente del distrito intimidaba a Dylan académicamente. Cuando los alumnos calificaban las asignaturas de otros en la clase de matemática, el chico marcaba respuestas correctas como equivocadas a propósito. Para un proyecto en equipo en otra clase, le dijo a Dylan, “Si tú lo haces, ¿cuál es la mejor nota que podemos esperar, una C? Si yo lo hago, nos sacaremos 100%”.
Métodos de las chicas malas
Las muchachas intimidan de otra manera: la agresión no es física. El objetivo es afectar la autoestima, el estatus social o las amistades de la chica al no hablarle, excluirla o circular rumores o chismes sobre ella para hacerle mala fama. Generalmente empeora en la escuela intermedia, pero puede comenzar incluso en el prekinder. Este tipo de conducta también se presenta entre varones.
La conducta agresiva es parte integral del mecanismo de defensa. Lo que cuenta es el momento y la forma en que la usamos. “Las muchachas que me preocupan son las que andan a la ofensiva, independientemente de dónde estén: el salón, en el entrenamiento del equipo de natación, en casa”, afirmó Cheryl Dellasega, PhD, GNP, profesora de medicina y humanidades de la Facultad de Medicina de la Universidad Estatal de Pensilvania en State College. Es autora de varios libros, entre ellos Mean Girls Grown Up (Wiley, 2005).
Los expertos no están de acuerdo si los cabecillas son personas celosas o inseguras, o populares y esnob. “Tanto agresores como víctimas tienen mucha ansiedad social”, indicó Dellasega. En un entorno social, usan estrategias opuestas. “Una persona opta por lanzar un ataque preventivo; la otra quiere esfumarse y pasar desapercibida”.
A menudo, aseguró Dellasega, se meten con chicas que son “diferentes” de maneras positivas y negativas, como por ejemplo una estudiante más gorda o desarrollada que sus compañeras, o que tiene pecas o frenillos, o es pelirroja. Tener un trastorno hemorrágico con síntomas visibles, como moretones, hemorragias nasales o manchas obvias de sangre durante la menstruación, puede aislar a la muchacha. Además, la mayoría de los estudiantes no tienen experiencia con compañeros con trastornos hemorrágicos. “Pueden darles varias connotaciones negativas”, aseguró Dellasega.
Ciberacoso secreto
El acoso no solo sucede en persona, sino también puede ser en el Internet. Enviar mensajes malvados por correo electrónico, de texto o sitios populares de medios sociales, como Facebook, es un arma adicional para el bully. También multiplica la audiencia exponencialmente. “Ya que todos saben de ello cuando se publica —todos en la escuela, todos en el equipo de danza— eso lo hace mucho peor”, dijo Dellasega.
Designpics/Glow Images
Los bullies por Internet a menudo actúan anónimamente cuando atormentan a sus víctimas. “Recibí amenazas de muerte por mensajes instantáneos de una chica que había dejado de ir a mi escuela, pero que usó a uno de sus amigos para comunicarse conmigo”, contó Sami Jankins, de 23 años y residente de New Berlin, Wisconsin. No sabía quién era el muchacho. “Eso me asustaba mucho. En ese entonces yo solo tenía 12 años”. Jankins tiene el síndrome de anticuerpos antifosfolípidos, un trastorno de la coagulación. Es fundadora y presidenta de C.H.O.I.R. Stars, programa artístico sin fines de lucro para adolecentes y adultos jóvenes con problemas crónicos de salud. (Leer el recuadro “Cyberbullies” en “Web of Friends”, HemAware de enero/febrero del 2009, pág. 40.)
Los amigos fieles pueden reducir la tensión durante episodios de intimidación. A menudo están más dispuestos a confrontar al agresor. Los amigos también pueden brindar apoyo emocional. “Unos cuantos amigos cercanos tienen gran impacto. Te ayudan a sobrellevarlo”, aseguró Jankins.
Ya que los acosadores desean una audiencia, los espectadores desempeñan un papel crucial en agravar o poner fin a un incidente de intimidación. “Tienen mayor poder porque pueden irse o decirle al agresor, ‘Basta. Te pasaste de la raya’”, dijo Dellasega.
Consejos para padres y niños
Las respuestas que dan los padres a los niños que son acosados a veces no son las adecuadas. Decirle que no haga caso, se aleje o ataque puede ser contraproducente. “Esto crea más presión para el niño. Si no logra hacerlo, siente que ha vuelto a fallar”, indicó Dellasega. Los padres deben recordar que es común que la víctima sienta vergüenza y culpa por el acoso. La intimidación puede provocar depresión y, en casos poco comunes, el suicidio.
Además, los bullies perciben ciertos actos como indicios de debilidad, no fuerza. “Cuando mi hijo se aleja o no hace caso, y el chico no logra lo que quería, todo el grupo termina intimidándolo”, dijo Tecuanhuey.
Escuchar debe ser una prioridad de los padres. “Si hay un adulto en el que confías y que sabes que te va a defender, entonces eso sí ayuda”, aseguró Dellasega. No haga que el niño se sienta mal de sentir lo que siente, recomendó Edwards. “No lo haga sentirse menos hombre o culpable por ser víctima de bullies”.
Una vez que el niño revela el problema, pueden comenzar a colaborar en un plan. Una estrategia es que los niños le cuenten a una autoridad. “Nunca temí reportar lo que pasaba”, dijo Jankins. Pero sabía de estudiantes que sí temían hacerlo. “No querían decir que alguien estaba acosándolos por temor a las represalias. Pero los problemas nunca se resuelven si la gente se mantiene callada”. (Ver el recuadro “Estrategias para defenderse del acoso”).
Sin embargo, no siempre hay adultos cerca. Muchos incidentes de acoso suceden durante el recreo, en el pasillo o después de clases. Dylan, quien ahora tiene 16 años, ha tenido éxito con otras estrategias. “A veces es más listo que ellos con su propio jueguito”, dijo Edwards. “Si no los puede evitar del todo, por lo menos no tiene que dejar que noten cuánto lo está afectando”. Otra táctica útil es fomentar que su hijo tenga amistades fuera de la escuela. “Niños Exploradores ayudó porque lo hicimos un lugar donde podía tener una buena interacción con otros niños”, indicó Edwards.
Los padres deben anotar los incidentes de acoso. También deben colaborar con la escuela para ayudar a resolver el problema.
Apoyo de la escuela
En la mayoría de los estados, hay una política contra el acoso en cada distrito escolar. La política de su escuela debe decir qué tipo de conducta constituye intimidación, cuáles son las consecuencias y cómo se denuncian e investigan los incidentes.
La mayoría de los expertos aconsejan a los padres que sigan la línea de autoridad. Comience con el maestro de su hijo, luego pase al director y finalmente al superintendente si no se aborda su problema. Para resultados óptimos, los padres deben saber velar por sus intereses. “Vaya con una lista de quejas y diga, ‘Esta es mi situación’, pero no argumente emotivamente”, sugirió Don Molter, asesor profesional del Centro de Hemofilia y Trombosis de Indiana en Indianápolis.
Un frente unido beneficia el trato con el personal de la escuela. “Vayan como pareja, incluso si están divorciados”, recomendó Molter. Pero no inviten a su hijo a la reunión inicial. “Llévenlo después, cuando tengan un sentido de conclusión, cierto orden”.
Es posible que el asesor de la escuela sea quien lo apoye más eficazmente. “El nuestro probablemente estaba más informado sobre la intimidación que la mayoría de los maestros”, dijo Edwards. El asesor se reunió con los maestros, les contó sobre los incidentes de intimidación contra Dylan y a qué debían estar atentos. Los maestros pasaron de no tener idea a estar alerta, dijo Edwards. “El acoso físico comenzó a disminuir después de la intervención del asesor”.
Si la escuela no protege a un estudiante que ha sido atacado o amenazado con daño físico, o si los incidentes suceden fuera de la escuela, quizá tenga que comunicarse con la policía local o un abogado. Los padres de Jankins llamaron a la policía después de que su hijo recibió amenazas de muerte. “Se presentaron cargos contra un chico”, dijo.
Lecciones aprendidas
La escuela es un lugar donde los niños aprenden académica y socialmente. La intimidación tiene un beneficio: puede acelerar el desarrollo social. Determinar la forma de operar de los bullies puede ayudar a las víctimas a entender mejor y evitar echarse la culpa. “La gente que me estaba intimidando tenía graves problemas personales”, aseguró Jankins. “En vez de afrontarlos, se desquitaban con otra gente”.
Los niños pueden aprender no solo a sobrellevar a los bullies, sino también a enfrentar sus temores y vencerlos. “Todos debemos lidiar con conflicto y negatividad”, dijo Dellasega. “Si llegas a comprender esto de chico, tendrás una habilidad que te servirá de adulto”.