Sabía que quería ser médico desde que tenía 5 años. Me caí y me hice un corte en la pierna, y cuando el médico me cosió, fue casi como si estuviera designado de forma divina. Desde ese momento, supe que la medicina era mi vocación.
Durante mis estudios de medicina, recuerdo vívidamente la conferencia de un hematólogo sobre la sangre: algo que transporta oxígeno y nutrientes por todo nuestro cuerpo. Su poderosa descripción me cautivó, y desde entonces, de nuevo, lo supe. Dirigí mi energía hacia la hematología y la oncología, que van de la mano.
En la actualidad, soy profesor adjunto de medicina clínica en la Universidad de Tulane y director médico de gestión del cáncer y servicios oncológicos en el Centro Médico Universitario de Nueva Orleans.
Pasé casi 10 años en la práctica privada y vi de primera mano el agotamiento de los médicos, y el COVID contribuyó a acelerar el problema. Desde la perspectiva del proveedor, creo que establecer límites puede ayudar. Hubo un cambio cultural en cuanto a lo que se espera de un médico. Cuando empecé, la separación entre el trabajo y el espacio personal estaba más consolidada.
Ahora, esas barreras ya no existen. Siempre puede haber alguien “presente”, ya sea por correo electrónico, Zoom, teléfono celular, etc. Por lo tanto, es aún más difícil para los médicos establecer límites, y es más importante que nunca que lo hagan.
Un sistema asimétrico
En la actualidad, me dedico a la práctica académica, con especial atención en la defensa y las disparidades de salud de los pacientes con trastornos hematológicos y neoplasias malignas. Abordar estas disparidades es complicado, pero mi instinto es seguir siempre el método científico, cuyo primer paso es identificar el problema.
Necesitamos una mirada honesta, amplia y exhaustiva para averiguar todo lo que afecta a la capacidad de una persona para recibir una atención médica adecuada. ¿Tiene esa persona acceso a todas las etapas de su atención? ¿Hay algún especialista al que puedan acudir para gestionar la terapia? ¿Cuáles son las condiciones de vida de esa persona? ¿Qué aspectos pueden interferir en que reciban la atención más adecuada y actualizada?
Además, necesitamos gente que denuncie las desigualdades. Ciertos individuos se benefician de que el sistema siga como está, y hace falta valor para estar en esos espacios y hablar de igualdad y justicia.
La valentía es algo en lo que trabajo cada día. Mi objetivo es no ser nunca cómplice de un acuerdo que sé que es perjudicial. Me identifico mucho con la cita de Maya Angelou: “Estoy convencida de que la valentía es la más importante de todas las virtudes. Porque sin valentía, no se puede practicar ninguna otra virtud de forma constante”.
Tengo el honor de haber recibido varios premios a lo largo de mi carrera. Y, aunque los reconocimientos me llenaron de humildad, mi mayor recompensa es cuando oigo que un paciente o su familia se sintieron atendidos y cuidados. Es lo que me hace seguir adelante y lo que me hace estar agradecido.