En la última edición de la guía Playing It Safe: Bleeding Disorders, Sports and Exercise (Juega sin riesgos: trastornos hemorrágicos, deportes y ejercicio) de la Fundación Nacional de Hemofilia, el lacrosse está en la lista de las actividades más riesgosas para las personas con trastornos hemorrágicos.
"El lacrosse es vertiginoso y puede incluir choques con el cuerpo y con el palo", advierte la guía. "Con frecuencia se producen lesiones que pueden ser graves. Las lesiones frecuentes son conmociones, esguinces y distenciones musculares. Pueden producirse traumatismos graves en la cabeza, los ojos, el cuello, la columna y las extremidades".
Por ello es un poco sorprendente descubrir que uno de los jugadores del equipo de lacrosse masculino Naranjas de la Universidad de Siracusa, que está entre los 10 principales de la División I de la Asociación Nacional Deportiva Universitaria (National Collegiate Athletic Association, NCAA), Mikey Berkman, tenga hemofilia grave. Pero este joven de 20 años dice que su trastorno hemorrágico no fue el mayor obstáculo que enfrentó para cumplir su sueño de la niñez.
Los comienzos
Mikey creció en Windermere, Florida, cerca de Orlando. Cuando era pequeño, él y su familia atravesaron una letanía familiar de vicisitudes relacionadas con la hemofilia: cirugía para colocar dos puertos, infecciones de los puertos, hemorragias en las articulaciones y muchos viajes a la sala de emergencias para recibir tratamiento. Su padre, Mike Berkman, recuerda que Mikey comenzó la profilaxis a los 8 años aproximadamente y empezó a realizarse autoinfusiones a los 13. “Incluso después de extraer el puerto, teníamos que correr al hospital si no hallábamos una vena”, dice Mike. “Las personas que conocieron a Mikey antes de la profilaxis saben cómo esta enfermedad puede controlar tu vida”. La curva de aprendizaje fue abrupta, pero los Berkman eran estudiantes decididos.
Mike fue quien inicialmente sugirió que su enérgico hijo practicara lacrosse, porque le encantaban los deportes de contacto. Los Berkman tienen antecedentes en ese deporte. Mike y su hermano lo jugaban en la universidad y Mike fue entrenador de lacrosse para la escuela secundaria. En 4.° grado, Mikey comenzó a acompañar a su papá y empezó a gustarle ese deporte. “En el nivel en que empezó, no hay mucho contacto peligroso. No pensamos que se enamoraría del juego como lo hizo”, dice Mike.
A pesar de inquietarse a medida que Mikey continuaba jugando y el deporte se volvía más agresivo, Mike y su esposa, Kathy, se tomaban una semana a la vez y se enfocaban en mantener bajo control el plan de profilaxis de Mikey para ayudarlo a permanecer seguro. “Es importante entender que llevábamos muchos años aprendiendo y conociendo su cuerpo”, dice Kathy. También recalca lo esencial que es que Mikey cumpla el tratamiento. “Una semana sin aplicarse el factor, incluso sin jugar lacrosse, probablemente le habría impedido caminar, mucho más correr o jugar. Solo puedo remarcar que aplicarse el factor en casa antes de las hemorragias es lo que cambia el juego”.
“Les reconozco todo el mérito a mis padres, porque podrían haberse cerrado a esa opción antes de que yo siquiera comenzara”, dice Mikey.
Asumir la responsabilidad
Gracias a los avances médicos, la mayor barrera para el sueño de Mikey de jugar en el máximo nivel fue la misma que para cualquier otro aspirante de la División I: la dura competencia. Según la NCAA, solo el 3% de los más de 113,000 jugadores de lacrosse de la escuela secundaria de todo el país llega a jugar en la División I. Mikey terminó la secundaria siendo el líder en puntos y asistencias de la historia de Florida y ganó varios premios. Pero ganarse un lugar en Siracusa no era una tarea fácil para un chico de Florida. “Entrar a una escuela de instrucción diferenciada es poco frecuente”, dice. “Alrededor del 80% de los chicos que juegan lacrosse son del noreste. Así que esa era mi principal preocupación: ¿Aunque sea puedo tener una oportunidad?”.
Por ser un atleta con un trastorno hemorrágico que juega un deporte de contacto, Mikey siempre tuvo un nivel de responsabilidad adicional por su seguridad física. Le atribuye el mérito a Fran Haynes, directora ejecutiva de la Fundación de Hemofilia del área metropolitana de Florida, por motivarlo a que asistiera a los eventos de la división, que le enseñaron sobre la hemofilia que padece y cómo evitar que la enfermedad lo amedrente. “Fran siempre me ayudó mucho. Cuando era pequeño, mis padres tenían dudas sobre el lacrosse porque estaban preocupados. Ella los ayudaba a tranquilizarse", dice Mikey, quien recibió una beca universitaria de la división.
Mikey llegó a Siracusa en agosto de 2018 listo para dejar su huella. Pero, como estudiante de primer año en un equipo lleno de talentos y experiencia, lo sacaron del equipo por un año (redshirt). (En este caso, los jugadores practican y entrenan con el equipo, pero no participan en competiciones durante un año académico). El motivo de la decisión no fue la hemofilia. “Al principio fue una gran adaptación: todo el coeficiente intelectual del juego, su parte mental, aprender todas las técnicas que nunca me habían enseñado”, dice Mikey. “Sabía que no iba a empezar ni a jugar porque tenemos un equipo muy poderoso”.
Mikey ha crecido en la era de la profilaxis y, al igual que muchos estudiantes de edad universitaria con trastornos hemorrágicos, admite que a veces subestimó los riesgos de su enfermedad. Practicar lacrosse todos los días implicaba que Mikey corriera más riesgos de padecer hemorragias, así que pasó de aplicarse el factor cada tres días a hacerlo cada dos días.
Mikey contaba con el auxiliar del preparador físico del equipo de lacrosse, Troy Gerlt, Máster en Cirugía (Master of Surgery, MS) y Preparador Físico Certificado (Athletic Trainer, Certified, ATC), para que lo ayudara a seguir el plan del factor acelerado. “Me ayudó muchísimo. Si no le envío un mensaje de texto para decirle que ya me apliqué el factor, me toma del brazo mientras estoy precalentando y me dice «No juegas»”, dice Mikey, quien no pudo entrenar en una o dos ocasiones debido a ello. Ahora Mikey tiene una alarma en su teléfono inteligente que le recuerda que debe aplicarse el medicamento.
“Si bien Mikey jugó lacrosse durante toda la escuela secundaria, el lacrosse universitario de la División I es mucho más exigente y extenuante, tanto física como mentalmente”, dice Gerlt. “Le llevó algún tiempo a Mikey entender y aceptar que aplicarse las inyecciones regularmente reduciría la probabilidad de tener un evento grave a causa de su trastorno hemorrágico. A fines del año escolar, entendió los motivos por los cuales yo insistía tanto en cumplir un plan y se comprometió a aplicarse el factor con regularidad”.
Mikey aprendió rápidamente que mantener una rutina era necesario para controlar su salud y cumplir con diversos compromisos. “Comencé a despertarme a la misma hora todos los días y trato de acostarme a la misma hora cada día”, dice. “Me levanto y voy a entrenar. Voy a todas mis clases. Después de eso, hago la tarea. Si no tuviera una rutina, estaría siempre desorganizado”.
Para los niños de la siguiente generación que aman los deportes y tienen un trastorno hemorrágico, Mikey tiene estas sabias palabras: “El hecho de que les haya tocado un desafío que no pudieron controlar no debe impedirles ser felices. Descubran el modo de hacer que las cosas funcionen y esfuércense para lograrlo. Habría sido bastante fácil para mí decir: «No, es demasiado arriesgado». Por supuesto que hubo algunos momentos difíciles. Aún tendrán hemorragias de vez en cuando, pero, siempre y cuando se cuiden, es posible”.